Los ruidos de mi cabeza no me dejan dormir
y apenas recuero la última vez que desperté,
pero es imperturbable el silencio de la soledady apenas recuero la última vez que desperté,
con uno mismo,
son irrompibles los diques de la sinrazón.
Y estoy solo conmigo
pero sola contra mí.
Acabo muerta cada vez que me enfrento a mis fantasmas
y este no saber si me vencen luchando
o si me dejo ganar por cansancio
derrota cualquier amago de abandono.
Preferiría ver la cara a mi miedo:
es mil veces peor vivir con el temor de encontrarla.
Son inútiles mis trampas:
combatir el miedo a caer
no se hace luchando desde el suelo.
¿Pero cómo me voy a levantar
si la mano que se muestra tendida
es la misma que me retiene?
¿Quién me tiende
y quién me tiene?
¿Quién me entiende?
El mundo es un engaño
para quien no sabe jugar
y yo solo confío en los confiados
porque son los únicos que no creen en la mentira
-porque ni yo lo hago-.
No envidio a quien no tiene motivos para llorar,
agradezco a la nube que se vació sobre mi cara
esta pena pausada,
se ver el gris del arco-iris
igual que sé poner color a las pesadillas
pero aún no sé cómo cerrarme los ojos,
me anestesia todo lo que duele
y eso es algo que nunca comprenderé
pero he suspirado agua por los ojos viendo el mar
y creo que lo entiendo.
Solo me valoro en otras bocas;
me canso de los espejos
y de las orgías de palabras vacías,
olvido todo lo que no fue capaz
de romperme y reconstruirme en un mismo golpe,
empatizo con todo aquel que acumula
bocetos incompletos
porque mi vida también fue una mancha negra
en un lienzo blanco,
-pero entonces alguien me llevó a un museo
y me llamó arte-.
quizá solo se trate de encontrar a quien te sigue mirando
cuando tu cierras los ojos.
Y escribo, escribo, escribo,
escribo para que mis ruidos no me cieguen.
Escribo, escribo, escribo,
escribo para dar al silencio una excusa.
Escribo, escribo, escribo,
escribo para repetirme que todo está vivo.
Escribo, escribo, escribo,
escribo para enseñarme todo lo que desconozco
de mí misma,
todo lo que no quiero terminar de conocer.
Escribo, escribo, escribo
escribo para el día que no me mires no
quieras marcharte,
para que el día que quieras irte lo hagas sin dudar.
Escribo, escribo, escribo,
escribo porque la música es suficiente y yo soy
persona de excesos.
Escribo, escribo, escribo,
para nunca saciar este hambre de todo lo que
se vacía con nada.
Escribo, escribo, escribo,
No dejo de escribir.
No quiero morir.
(Y es que aquí dentro solo late un pensamiento:
qué será de mí cuando descubra
que las palabras también son mentira).
Elvira Sastre