sábado, 12 de diciembre de 2015

Eeeen fin.


Maldigo a quien dijo que afrontar los miedos es una sensación satisfactoria. Temblores que recorren todo tu cuerpo, lágrimas que intentan contenerse pero terminan resbalando por las mejillas, en definitiva: miedo. Es irónico que afrontar un miedo nos produzca...eso mismo, miedo. Pero a su vez es lo más lógico. A pesar de que la gente crea que no, me considero una persona algo lógica, sin embargo, tanto mis actos como mis palabras carecen de ella la mayoría de veces. Y yo lo sé, y es por eso que no me considero una persona irracional. Sé que en el fondo de mi quiero demostrar que no soy una persona irracional pero en el fondo me encanta que nadie me entienda. Es...satisfactorio. Soy una persona a la que le gusta decir cosas, pero que no sean entendidas. Y supongo que, entre otros,  ese es uno de mis miedos; Ser entendida. No quiero afrontar mis miedos porque no creo ser capaz de vencerlos. Y sí, tengo miedo de que algún día, alguien me entienda. Porque siento que si eso ocurre esa persona me tendrá en la palma de su mano. Pero a la vez quiero que alguien lo haga.Me esfuerzo en que sea así, de verdad, pero comienzo a tomarlo por imposible. Quiero confiar y a la vez no. Soy incapaz de vencer este miedo, que es a su vez una arma de doble filo. Quiero que alguien sea todo para mi.
Pero...menuda contradicción.
Mi existencia en sí es una contradicción.
Quizás parezco impenetrable (no penséis mal, que os veo venir) en muchos sentidos, pero en el fondo soy tan frágil que incluso me produzco náuseas. Supongo que simplemente soy una persona con una gran habilidad de aguantar las lágrimas. Aunque he de aceptar que últimamente estoy descuidando esa habilidad. Mi ingenio y mi felicidad parecen haberse ido de la mano y por la misma puerta. Qué deprimente. Me siento dividida, otra vez.
Pero supongo que nada importa.
Las peores pesadillas son las que ocurren cuando estás despierto.
Y yo hace tiempo que perdí el sueño.

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